Que un gobierno declare algo histórico, no lo hace tal.
Florestán
Que un gobierno declare algo histórico, no lo hace tal.
Florestán
Que Marcelo Ebrard prepara un acto masivo para su cierre de recorridos en pos de la candidatura presidencial de Morena el domingo 27 de agosto y eligió como escenario la Arena Ciudad de México, con capacidad para más de 22 mil asistentes y que fue inaugurada en la alcaldía Azcapotzalco en 2012 por el propio entonces jefe de Gobierno. En esta plaza se han presentado artistas como Miley Cyrus, Avril Lavigne, Katy Perry, Bruno Mars y Deep Purple, entre otros.
Una reportera dijo ayer al Presidente que hay denuncias contra el líder de los diputados federales de Morena, Ignacio Mier, porque “cuenta ya con tres años de campaña ininterrumpida, 600 anuncios espectaculares en las principales ciudades y caminos del estado de Puebla. El costo es de 40 mil pesos por mes, 24 millones que el diputado debe cubrir cada mes para promover su imagen (…), a la típica usanza de los partidos conservadores”.
Oiga, no sea todo lo que le dicen.
Florestán
El Frente Opositor empieza a tomar forma y fuerza, por encima de las ambiciones de los dirigentes de los partidos políticos, aunque para consolidarlo bien a bien todavía hay que superar las de Alejandro Moreno.
Sólo hay un mexicano por el que hay una invariable empatía en el discurso del Presidente de la República: el propio Presidente.
En esa lógica de ser él mismo el gran compadecido y el gran defendido de su discurso, no hay espacio a la duda, a la concesión de errores, a la corrección, ni a la empatía con otros que no sean los suyos.
Cuando Adán Augusto López profirió la ofensiva tontería de que los tabasqueños son “más inteligentes” que “los norteños”, a su ex jefe de jefes no le importó que a los aludidos (millones de sus gobernados) por poco les dijera estúpidos, ignorantes, ineficaces, brutos y otros antónimos de sus listos, perspicaces, ingeniosos y lúcidos paisanos.
Hay sólo una víctima digna de atención en el discurso del presidente López Obrador: el propio presidente López Obrador.
Marcelo Ebrard está exponiendo un asunto que sabe que acarrea consecuencias y lo hace para asegurarse una posición de fuerza cuando el elector más importante defina que es Claudia.